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DISCURSO DEL
VICEPRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS Lunes 12 de octubre de 1998 Por tercera vez en cuatro años, tengo el honor de dirigirme a este distinguido auditorio. La primera vez, recorrí 8 000 kilómetros de la Casa Blanca a Buenos Aires. La segunda, me dirigí a ustedes por satélite en Kyoto y les invité a venir aquí este año. Les agradezco a todos ustedes que hayan viajado hasta aquí y en nombre del Presidente Clinton y del pueblo de Estados Unidos, les doy la bienvenida a todos ustedes a los Estados Unidos de América. Estamos reunidos aquí para hablar de la tecnología y del futuro y, para empezar, les hablaré de una lista de los 31 síntomas de que la tecnología se ha apoderado de su vida, que encontré hace poco tiempo en la revista de una compañía aérea. Según la lista, la tecnología se ha apoderado de su vida:
Hoy nos reunimos en Minnesota: el país de los 10 000 lagos, en el centro de Norteamérica. Uno de nuestros grandes escritores, Sinclair Lewis, escribió que "para comprender América, basta con comprender Minnesota. Pero para comprender Minnesota, debe ser a la vez historiador, etnólogo, poeta y profeta diplomado". Por supuesto, se puede decir lo mismo de la Infraestructura Mundial de la Información, red de redes que transmite mensajes e imágenes a la velocidad de la luz en todos los continentes, y reúne todos los conocimientos humanos. Su creación es tan revolucionaria, los cambios que provoca tan amplios, que incluso los que la llevamos estudiando desde hace años no podemos predecir sus consecuencias. Por muy impresionantes que sean las capacidades de la Infraestructura Mundial de la Información, debemos recordar que en el fondo constituye el mejor medio de profundizar y ampliar nuestros valores más antiguos y queridos: elevar el nivel de vida y educación, y fomentar la democracia, la libertad y la iniciativa personal. Sobre todo, debemos recordar que, especialmente en esta era de economía e información mundial, estamos todos conectados de Minnesota a Mongolia y de Madrid a Malí. De eso quiero hablarles hoy. Gracias a los presentes en esta sala, y a los que nos escuchan en todo el mundo, se trata realmente de un momento histórico, en el que nos podemos unir a través de nuestras redes de comunicaciones y descubrir de nuevo y refrescar nuestros valores comunes, para construir el siglo XXI que se merecen nuestros hijos. Esta situación no se podía ni imaginar en 1947, cuando la Unión Internacional de Telecomunicaciones se reunió por última vez en Estados Unidos. Ese año, dos científicos de Bell Labs, John Bardeen y Walter Brattain, hicieron un descubrimiento asombroso. Con un trocito de germanio, una pequeña cuña de plástico, una delgada tira de oro y un muelle improvisado a partir de un viejo sujetapapeles, pudieron ampliar una señal eléctrica más de 450 veces. Llamaron su invento "transistor". Dicho sea de paso, uno de esos dos científicos, Walter Brattain, oyó hablar por primera vez de la mecánica cuántica a menos de cinco millas de aquí, cuando era estudiante de doctorado en la Universidad de Minessota. Ahora se fabrican más de 500 000 millones de transistores … por segundo. Cada hora, más de un billón de transistores se instalan en todo tipo de aparatos desde ordenadores hasta motores de automóviles, sistemas de satélite y surtidores de gasolineras. Dentro de dos años, un sólo microprocesador contendrá como si tal cosa más de 1 000 millones de transistores y los diagramas grabados en los mismos serán tan complicados como un mapa de carreteras del todo el planeta. Hace 50 años, un transistor costaba 5 dólares. Hoy, cuesta una centésima parte de un centavo. Dentro de unos pocos años, costará una mil millonésima de centavo. Un día, frente a un grupo de universitarios, hice uso del antiguo cliché de que si el automóvil hubiera progresado de la misma forma exponencial que los transistores, un coche recorrería 160 000 km por cada galón y costaría solamente 50 centavos. Entonces, uno de los estudiantes sentados en la primera fila dijo "por supuesto, señor Vicepresidente, pero no mediría más de un milímetro de largo". Estos nuevos adelantos nos permiten explorar nuevas fronteras, desde una galaxia a 12 000 millones de años luz hasta el interruptor genético más pequeño de la célula humana. Dentro de 3 semanas, el primero de varios sistemas de satélites en órbita terrestre baja permitirá efectuar llamadas telefónicas desde cualquier punto de la Tierra a cualquier otro punto. Dentro de tres años, tendremos acceso inalámbrico de alta velocidad a Internet desde cualquier lugar del mundo. Hace sólo dos años, Estados Unidos envió a Marte un pequeño vehículo autónomo equipado con un módem inalámbrico corriente, que provocó más de 750 millones de accesos a Internet cuando transmitió las imágenes a la Tierra. Dentro de pocos meses, la NASA colaborará con varios de sus gobiernos para lanzar la nueva estación espacial internacional, del tamaño de dos campos de fútbol. En el MIT de Boston, los investigadores están tratando de añadir una tercera sensación a la realidad virtual: no sólo la vista y el sonido, también el tacto. Con un dedal electrónico, se podrá tocar un objeto en la pantalla de un ordenador e inmediatamente aparecerá cerca de usted en forma de holograma. Si pasea sus dedos por el objeto, le resultará rugoso o suave, según lo decida el ordenador. Ello significa que, dentro de pocos años, los ciegos podrán sentir una imagen informatizada, y los turistas de sillón podrán deslizar la mano sobre la áspera arena de Stonehenge o la lisura del mármol del Taj Mahal. Ninguno de estos impresionantes logros hubiera sido posible sin telecomunicaciones. Hoy sabemos, gracias a todos ustedes, que nos encontramos en los albores de un nuevo renacimiento de la tecnología y las telecomunicaciones, un renacimiento que aún está en su infancia. Pero acaso la mayor promesa de esta era electrónica y digital no se encuentre en lo nuevo sino en los valores que se renuevan. Dado que cada uno de estos nuevos adelantos colosales nos acerca, en lo que hace a las comunicaciones y la causa común -la construcción de una auténtica aldea mundial electrónica-, tenemos la suerte de expandir una nueva prosperidad, un nuevo alfabetismo, un nuevo amor a la libertad y la democracia, e incluso un nuevo sentimiento de comunión con las regiones más remotas del mundo. Ésta es la razón por la cual, hace cuatro años, expuse los cinco principios que considero indispensables para recolectar la cosecha madura de la infraestructura mundial de la información. Esos cinco principios son la inversión privada, la competencia, el acceso abierto, un marco de reglamentación flexible y el servicio universal. No se trata solamente de principios comunes, sino de valores comunes que todos debemos consolidar. Así pues, me resulta alentador poder afirmar que se ha progresado enormemente en relación con los cinco. En primer lugar, hemos preconizado la inversión porque ésta es el impulso vital de la innovación. Hoy podemos apreciar los resultados: desde 1994 se han invertido más de 600 000 millones de dólares de capital privado en las telecomunicaciones. Se han privatizado más de 48 operadores de telecomunicaciones. Invito a cualquiera de los escépticos que quedan a volver a Buenos Aires y preguntarle a Argentina cómo funciona la privatización; desde que nos reunimos allí el número de líneas telefónicas ha aumentado de cuatro millones a más de 18 millones. Su sistema privatizado no sólo es más eficaz y rentable, sino que está acortando las distancias de toda una generación de argentinos. En segundo lugar, hemos alentado la competencia porque ésta conduce a la innovación, le mejora de los servicios y los precios para los consumidores. En 1994 sólo siete países contaban con mercados competitivos para servicios de telefonía básica. Actualmente 47 países han autorizado la competencia sin trabas o se han comprometido a hacerlo. Uno de esos países es la República Sudafricana, que el año pasado decidió conceder licencia a un segundo operador de servicios celulares y, en el curso de un solo año, aumentó abruptamente el número de abonados de 40 000 a 340 000. Aquí en los Estados Unidos también hemos tomado abundantes medidas para promover la competencia. Desde 1996, año en el cual promulgamos una ley de telecomunicaciones cardinal que propugna los cinco principios, el nacimiento de docenas de nuevos competidores ha permitido recaudar 20 000 millones de dólares para invertir en comunicaciones avanzadas, y ha creado más de 50 000 puestos de trabajo. Ahora es preciso introducir la competencia en la esfera de los cables de fibra óptica alrededor del planeta, sobre todo si se tiene en cuenta la sorprendente expansión de las capacidades de banda ancha. El postulado básico es: la competencia funciona si se lo permitimos. En tercer lugar, hemos asignado prioridad al libre acceso, porque éste garantiza que todos los usuarios de la GII estén en condiciones de llegar a miles de fuentes diferentes de información desde cualquier país y en cualquier idioma. Internet está transformando esa meta en realidad. En los Estados Unidos se necesitaron 38 años para que los servicios de radiocomunicaciones llegasen a 50 millones de personas; en el caso de los ordenadores personales ese periodo fue de 16 años, y en el de la televisión de 13 años. Internet requirió únicamente cuatro años. En el momento actual existen 100 millones de usuarios de Internet; en el año 2000 habrá 320 millones. Si mantenemos el acceso libre aceleraremos la llegada del día en el que cualquier niño de cualquier aldea o ciudad podrá, manipulando un simple teclado, acceder a todos los libros que se han escrito, todas las canciones que se han compuesto y todos los cuadros que se han pintado. Hemos podido apreciar las ventajas espectaculares que ofrece el acceso libre a la red telefónica. Análogamente, a medida que vayan surgiendo nuevas tecnologías, el libre acceso intensificará la competencia y aportará grandes beneficios tanto a los usuarios como a los proveedores de servicios. En la consecución de este objetivo, la función normativa de la UIT es de importancia capital. La experiencia ha demostrado que la competencia entre múltiples normas es la mejor manera de subvenir a las diversas necesidades de los usuarios, en la medida en que cada una de esas normas esté concebida para aumentar, y no reducir, las posibilidades de interfuncionamiento. En cuarto lugar, hemos propiciado el establecimiento de un marco de reglamentación flexible porque éste promueve la competencia y la inversión, al tiempo que protege a los consumidores. Un número cada vez mayor de países está de acuerdo con esta premisa: en el curso de los últimos cuatro años se han creado 18 organismos de reglamentación independientes en América, 17 en África y 11 en la región de Asia y el Pacífico. Me fue grato enterarme que recientemente 58 naciones manifestaron su compromiso con el Documento de Referencia de la Organización Mundial del Comercio sobre los principios de reglamentación. Permítanme encomiar a uno de ellos -OSIPTEL de Perú- que hace poco decidió promover la competencia poniendo término al monopolio de Telefónica con un año de antelación a lo previsto en el calendario. En quinto lugar, hemos ascendido los servicios básicos de telecomunicaciones a la categoría de servicio universal porque la posibilidad de recurrir a un teléfono o conectar un computador y gozar de acceso instantáneo a su aldea, su país y su mundo, es una de las capacidades más liberadoras y potenciadoras en la historia de la humanidad, que debe estar al alcance de todas las personas. Desde 1994, el principio del acceso universal ha conducido a la instalación de más de 200 millones de nuevas líneas telefónicas. Por ejemplo, China está instalando 14,5 millones de líneas por año, cifra que equivale a la mitad de toda la red británica. Esto no es sólo una historia de números y estadísticas, sino también de familias y rostros. En Tailandia, un grupo de estudiantes minusválidos utiliza el tablero electrónico "Sillón de ruedas Volador" para hablar con estudiantes minusválidos de otras partes del mundo. Éstos se quedaron asombrados al enterarse que en otros países se han promulgado leyes para ayudar a los minusválidos a integrarse cabalmente en la sociedad, y ahora están fomentando la toma de conciencia al respecto en su país. En Longbeach, Australia, una señora llamada Chirstine Chapel vive en una hacienda ovejera en el interior del país. Estudiando por teleconmutación a través de la GII, recientemente obtuvo un título de bachillerato universitario en una universidad que se halla a más de 1 500 kilómetros de su casa. Gracias a la labor que iniciamos hace cuatro años, la estructura de la GII ya está asentada en gran medida. Las superpistas de la información de numerosos países están empezando a tomar forma. Ahora, más que nunca, debemos decidir conjuntamente hacia dónde conducirán. Mi mensaje es simple: hoy en día, al alba de un nuevo siglo y un nuevo milenio, tenemos la oportunidad sin precedentes de aprovechar esas nuevas fuerzas poderosas de la tecnología para preconizar nuestros valores más arraigados y queridos. Tenemos la oportunidad de transmitir conocimiento y prosperidad a nuestras ciudades interiores más aisladas, a los barrios, las favelas, las colonias y las comunidades rurales más remotas; trasladar la enseñanza y las comunicaciones propias del siglo XXI a sitios que hoy ni siquiera disponen de servicios telefónicos; hacer llegar la tecnología médica especializada allí donde hoy hay apenas suficientes médicos comunitarios; fortalecer la democracia y la libertad poniéndolas al alcance en línea, donde resulta tanto más difícil reprimirlas o denegarlas. Hoy estamos más conectados que nunca. Por lo tanto, utilicemos nuestras nuevas herramientas y tecnologías para consolidar esa interdependencia, para construir una comunidad mundial más fuerte y transformar en realidad nuestros valores comunes. Quiero plantear cinco grandes desafíos a los que aún hay que hacer frente. En conjunto, esos retos forman una Declaración Digital de Interdependencia que puede crear un mundo más prometedor para todos nosotros. En primer lugar, debemos facilitar el acceso a la tecnología para que, en el curso del próximo decenio, todos los habitantes del planeta se hallen a una distancia irrisoria de los servicios de telecomunicaciones vocales y de datos. En este preciso momento, el 65% de los hogares del mundo carecen de servicios telefónicos. La mitad de los habitantes del mundo nunca ha hecho una llamada telefónica. En Islandia hay más usuarios de Internet que en toda África. Permítanme lanzar a la comunidad económica el desafío de elaborar un plan económico mundial: el desafío de poner los servicios de telecomunicaciones vocales y de datos a una hora de distancia a pie para cualquier habitante del planeta hacia fines del próximo decenio. En este plan se han de contemplar los medios de estimular la demanda; han de participar en el mismo las empresas locales; tiene que permitir el acceso a la telemedicina y la enseñanza a distancia; en el marco de ese plan se debe impartir capacitación directa. Sabemos que es posible hacerlo y que se debe hacer. Segundo, debemos superar nuestras barreras lingüísticas y desarrollar tecnologías con traducción digital en tiempo real, para que cada uno pueda hablar con cualquier otro habitante del planeta. Imaginemos, por un momento, que levantamos el tubo, llamamos a cualquiera en cualquier parte del mundo y nuestra voz se traduce instantáneamente y podemos mantener una conversación sin que el idioma sea un obstáculo. Imaginemos qué pasaría si la traducción que muchos de ustedes están recibiendo por los auriculares aquí, hoy, se pudiera conseguir digital e instantáneamente. Y sé que llegará el día en que podremos mantener un verdadero diálogo digital con todo el mundo, cuando el traductor universal derribe instantáneamente las barreras lingüísticas que nos cierran el paso en esta era de la información mundial. Imaginemos, también, un mundo en que las computadoras no necesitan teclados, y que uno le habla a la máquina y cada palabra aparece perfectamente traducida y escrita. Pensemos en los ahorros que conseguiríamos en los negocios y cómo aumentaría la cooperación internacional. Imaginemos que no hay barreras entre el alfabetismo básico y el alfabetismo informático, ya que cualquier persona capaz de hablar también podrá manejar una computadora y conseguir la información que circula por el mundo simplemente a través de un pequeño micrófono. Hoy, quiero lanzar un desafío a la comunidad de investigadores a que usen estos descubrimientos y construyan nuevas tecnologías que permitan a los habitantes de todo el mundo comunicarse entre sí, que faciliten la cooperación internacional y hagan que la gente pueda participar en nuestra comunidad global sin perder su herencia lingüística y cultural. Tercero, debemos crear una "red mundial" de conocimientos con todos los que están trabajando para mejorar la entrega de educación, atención sanitaria, recursos agrícolas y desarrollo sostenible, y para asegurar la seguridad pública. Imaginemos lo que podría suceder si un niño enfermo en una población rural de Mongolia se pudiera vincular mediante videoconferencia al Hospital de Niños de Sidney. Un pequeño sensor, como un ratón, podría transmitir imágenes de radiografía o ultrasonográficas hasta Australia. Se podría poner una muestra de sangre en una transparencia y analizarla para determinar si el paciente tiene anemia falciforme. Un médico podría indicar el tratamiento, y los análisis estarían esperando a la llegada del paciente. En unos pocos años, esta tecnología puede estar a nuestro alcance. En una época en que la información está en cualquier parte, tenemos que encontrar maneras de clasificarla por necesidades. Imaginemos qué pasaría si los agricultores de África pudieran tener acceso al programa meteorológico local y obtener la información que necesitan para las labores agrícolas. Y en el caso de los desastres naturales, sabemos que una antelación de una hora en los avisos puede salvar miles de vidas. Hoy, algunas de las empresas más innovadoras están utilizando técnicas de "gestión de conocimientos" que combinan las prácticas óptimas y aprovechan los conocimientos agregados. Hoy, desafío a la comunidad de educadores a que utilicen estas mismas técnicas para vincular a los instructores, los expertos y las organizaciones sin fines de lucro que tratan de resolver nuestras necesidades sociales y económicas más urgentes. Por ejemplo, en el mundo actual, cinco mil millones de personas no tienen acceso a la enseñanza secundaria y superior. Si pudiéramos crear una "red de conocimientos" que lleve el aprendizaje a distancia a todo el globo, cuadriplicaríamos el número de personas que tienen acceso a la enseñanza de niveles superiores y la educación continuada. Cuarto, debemos utilizar la tecnología de las comunicaciones para asegurar la libre circulación de las ideas y el apoyo a la democracia y la libertad de expresión. Hace cuatro años en Buenos Aires, dije que la GII estimulará la democracia y aumentará considerablemente la participación de la gente en la toma de decisiones, ya que pone a su alcance la información que necesitan para expresarse sin trabas. El autogobierno se funda en el supuesto de que cada ciudadano debe tener el poder de controlar su propia vida. Hace más de cinco siglos, este concepto existía en Europa, pero no se pudo llevar a la práctica hasta que la imprenta ayudó a difundir una gran cantidad de conocimientos cívicos compartidos entre un público informado y comprometido. Y así como la imprenta entregó este conocimiento hace 500 años, creo que la GII puede entregar una nueva ola de conocimientos cívicos, lo suficientemente completos como para reforzar la capacidad de autogobierno en cualquier parte. El desafío que debemos seguir encarando todos, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales por igual, no consiste en decir a otros países lo que deben hacer, o los valores que deben practicar, sino hacer que la gente tenga el poder de elegir lo que quiere y actuar en consonancia. Tenemos que seguir trabajando para asegurar que la GII estimule la libre circulación de las ideas y apoye a la democracia en todo el planeta. Quinto, debemos utilizar la tecnología de las comunicaciones para ampliar las oportunidades económicas a todas las familias y comunidades del globo. Cada uno, en cada parte del mundo, debe tener la oportunidad de alcanzar el éxito si está dispuesto a trabajar para ello. En un aislado pueblo de agricultores cerca de Chincheros, Perú, la vida ha cambiado más en los últimos dos años que en medio siglo. En 1996, un proveedor de servicios Internet estableció un nodo para 50 familias. Las autoridades del poblado formaron una asociación en línea con una empresa internacional de exportaciones, que se encargó del transporte y la venta de las verduras en Nueva York. Antes del correo electrónico, los ingresos del poblado eran de unos $300 por mes. Hoy, alcanzan los $1 500. En todo el mundo, las pequeñas empresas, que casi siempre empiezan con préstamos iniciales de unos escasos $50, han permitido a millones escapar de la pobreza. Hoy, hay más de 500 millones de empresarios de pequeñas empresas, como esos agricultores peruanos que se ganan la vida vendiendo sus productos y servicios a las comunidades cercanas. Hay un sinfín de pequeños comerciantes cuya calidad de vida e ingresos cambiarían drásticamente, de la noche a la mañana, si tuvieran acceso a las mismas herramientas. Hoy, desafío a la comunidad de asociaciones sin fines de lucro a que trabajen con las organizaciones de desarrollo para proporcionar más oportunidades de este tipo. Estas redes crearán empleo y permitirán a las pequeñas empresas evitar los intermediarios y quedarse con una mayor parte de los ingresos. Algunos piensan que el comercio electrónico mundial alcanzará un volumen de más de 300 mil millones de dólares anuales en unos pocos años. Para el 2010, será posible triplicar la cantidad de personas que se pueden mantener a sí mismas y a su familia porque llegan a los mercados del mundo a través de la Internet. También ayudará a que los consumidores tengan acceso a un mundo nuevo de bienes y servicios. Hoy, quiero anunciar dos medidas adicionales que tomará nuestro Gobierno para aumentar las oportunidades y potenciar a los pequeños empresarios de todo el mundo. Primero, me complazco en anunciar hoy que nuestro Peace Corps se ha comprometido a que las tecnologías y las telecomunicaciones sean una herramienta estratégica cada vez más importante en la labor de sus voluntarios. Antes de que los voluntarios vayan al terreno, el Peace Corps se asegurará de que tienen los conocimientos para que la gente pueda usar la tecnología para obtener información, mejorar la educación y adelantar el desarrollo económico. Siempre que sea posible, la organización también ayudará a aumentar el acceso a las telecomunicaciones en las comunidades que atiende. Segundo, me enorgullece anunciar que la USAID encabezará una nueva iniciativa para fomentar el acceso a la Internet y el comercio electrónico para el desarrollo en 8 países. Esta iniciativa se acompañará de reformas legales y de reglamentación para conseguir la liberalización y el acceso universal, para estimular nuevos negocios mediante el comercio electrónico y demostrar las aplicaciones a la democracia y el buen gobierno, el crecimiento de la economía, el medio ambiente, la educación y la asistencia médica. Esta iniciativa, que sigue a la iniciativa Leland, consiste en un esfuerzo de 15 millones de dólares para proporcionar apoyo a 21 países africanos para las conexiones a la Internet. Ésta es nuestra Declaración de Independencia Digital: cinco desafíos que pueden reforzar nuestra comunidad mundial para el siglo XXI. Antes de terminar, quiero dedicar unos momentos a explicar cómo debemos trabajar de consuno para evitar el problema informático del año 2000, que podría convertirse en un enorme obstáculo para el progreso de las telecomunicaciones internacionales si no emprendemos una gran cruzada, pública y privada, en todo el mundo para resolverlo. Hoy, existen cientos de millones de computadoras y dispositivos informáticos que no pueden leer el año "2000". Esto significa que cuando el reloj dé la medianoche el 1 de enero del 2000, todas las actividades, desde el control del tráfico aéreo hasta los sistemas hídricos, los marcapasos o las centrales nucleares sufrirán las consecuencias. Aquí, en los Estados Unidos, hemos emprendido un enorme esfuerzo para resolver este problema. En la Casa Blanca, tenemos una iniciativa de alto nivel y gran prioridad para asegurarnos de que el Gobierno de la nación está preparado. Pero en una era de interdependencia global, todos compartimos la responsabilidad de encarar ese desafío. Y les digo a cada una de las empresas, a cada uno de los países que se han beneficiado del comercio mundial y las telecomunicaciones mundiales: así como han compartido los beneficios de esta era mundial de la información, tienen la obligación de ayudar a resolver este problema crucial. Todas nuestras economías sufrirán si el problema del año 2000 no se resuelve a tiempo. Un eslabón débil de la cadena nos debilitará a todos. Expreso mi reconocimiento por la labor que están realizando nuestra Comisión Federal de Comunicaciones y la UIT al respecto, pero queda mucho por hacer. Tratemos de resolver el problema del año 2000 juntos, para iniciar el siglo XXI con confianza y sin problemas informáticos. Nuestros embajadores están dispuestos a trabajar con ustedes y proporcionar toda la asistencia técnica que necesiten. Juntos, debemos resolver este problema. A lo largo de este milenio, la historia de los logros de la humanidad ha sido una historia de sorpresas, una historia de descubrimientos, una historia de imaginación, pero también una historia de coraje, coraje para experimentar cosas nuevas, creer en lo que no podemos ver y avanzar con valentía hasta donde nos lleve el camino. Hoy, la ruta de los descubrimientos es una autopista de luz y velocidad para conectar las grandes urbes con los pequeños poblados de todo el planeta. En un mundo restringido antaño por las fronteras y la geografía, los únicos límites que tenemos ante nosotros son las fronteras de nuestra imaginación. Más que en cualquier otra época de nuestra historia, la promesa de un nuevo descubrimiento y una nueva tecnología han hecho posible renovar y reforzar nuestros valores más antiguos y respetados. A medida que nos adentramos en un nuevo siglo y un nuevo milenio, hagamos nuestras esas mismas sensaciones de sorpresa, descubrimiento y coraje para hacer realidad los valores que los seres humanos han tratado de crear durante siglos para poner fin al sufrimiento, eliminar la enfermedad, fomentar la libertad, educar a nuestros hijos y engrandecer a nuestras familias y a nuestros países. No podemos derrochar ni siquiera un momento. Porque nuestros hijos y nuestro mundo nos están esperando.n |
Producido por el Servicio de Prensa e Información Pública de la UIT