5.7.b

Se había establecido un enlace en onda corta con datos de emergencia en la sede de la ONU en Nueva York, en prevención de un fallo en las telecomunicaciones relacionado con el paso al año 2000 (y que se conoció como Efecto 2000), es decir, posibles problemas informáticos ante la llegada del nuevo siglo. Un transceptor, conectado a un ordenador personal y alimentado por fuentes de energía independientes (pilas y un pequeño generador diésel) aseguraba el acceso a la principal estación central, igualmente preparada, de la red de datos de onda corta, que funciona en forma permanente en la Oficina europea de la ONU en Ginebra.

Los expertos temían algunos problemas que no ocurrieron. El equipo preparado para hacer frente al Efecto 2000 se almacenó en Nueva York. El funcionario de telecomunicaciones que lo había instalado y a quien se había capacitado para utilizarlo se jubiló unos meses después.

En el 2003, un apagón afectó a Manhattan, en el preciso momento en que estaban reparando de urgencia el sistema eléctrico de emergencia del edificio de la sede de la ONU, a causa de un incendio en la unidad central de control. Alguien se acordó del Efecto 2000 y el equipo fue localizado. Tanto la instalación como la conexión no dieron ningún problema pero, ¿qué pasó después? Allí, nadie conocía la frecuencia, el modo ni el distintivo de llamada con los que acceder a la red. Llamar a Ginebra por teléfono a través de cualquiera de los canales programados con antelación para la red de emergencia unos cuatro años atrás, no dio ningún resultado (la red de onda corta que proporciona una permanente seguridad para el tráfico entre Ginebra y las extrasedes, en África y Asia es una red automática de datos a la que sólo se puede tener acceso en el modo adecuado y con la correcta identificación de la estación).

Lección aprendida: Aunque se pueda hacer funcionar de alguna manera un equipo, éste no podrá utilizarse sin la información necesaria sobre su conexión a la red de radiocomunicaciones. Un operador cualificado en radiocomunicaciones podría haber encontrado una solución al problema intentando ponerse en contacto con cualquier estación accesible a través, por ejemplo, de una banda de frecuencias atribuida al servicio de radioaficionados. Cualquier estación situada fuera de la zona donde se interrumpieron las radiocomunicaciones podría haber contestado la llamada de emergencia y, posteriormente, haberse comunicado con Ginebra a través de la red telefónica pública. Un funcionario de telecomunicaciones de la ONU en Ginebra podría haber facilitado los detalles necesarios para la conexión directa a la red de la ONU, o al menos indicado una frecuencia para poder escuchar una llamada telefónica desde Nueva York.

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