En una isla alejada del Océano Índico se aproximaba un ciclón. Los operadores nacionales de telecomunicación anunciaron la puesta en marcha de los planes de preparación ante situaciones de emergencia elaborados tras el último ciclón que había asolado la isla 12 años atrás. Una de las medidas adoptadas fue colocar en posición horizontal la antena parabólica para los enlaces de comunicación por satélite reduciendo de esa manera al mínimo la presión que el viento podía causar en esa estructura. El operador comunicó a la estación de tierra homóloga encargada de cursar el tráfico procedente de la isla y dirigido a ella que, a partir de ese momento, habría que desconectar el enlace hasta que el ciclón se alejara de la isla.
Entretanto, los organismos de socorro en el extranjero observaban el avance de la tempestad. Faltó muy poco para que el ojo del huracán atravesara la isla pero las consecuencias del viento y la lluvia podrían haber sido desastrosas. Dada la disponibilidad sumamente escasa de recursos en una isla pequeña, se podría haber necesitado una ayuda internacional urgente. Pero incluso 24 horas después de que la tormenta hubiera vuelto otra vez al mar abierto, todos los intentos por establecer contacto con la isla fracasaron.
¿Cómo pudo haber ocurrido eso? Cuando el ciclón se acercaba, se "desempolvaron" los planes de preparación ante una catástrofe que se habían guardado desde el paso del ciclón 12 años atrás. Sin embargo, durante todo ese tiempo no se había verificado si correspondían todavía a las necesidades y nunca se habían puesto a prueba. La antena sobrevivió a la tormenta sin daños aparentes pero cuando fue puesta en posición de funcionamiento no pudo establecerse la comunicación con el satélite.
Un examen más a fondo mostró que la "bocina de alimentación", elemento central de la antena parabólica del satélite, se había torcido de modo que ésta ya no podía apuntar a la dirección que su panel de control le indicaba. Cuando más grande es una antena, más estrecha es su abertura, y más decisiva su posición. Rápidamente se determinó la causa del daño: durante los últimos 12 años, como varias palmeras cercanas habían crecido alcanzando una altura considerable, el viento arrancó ramas y cocos que cayeron sobre la bocina de alimentación torciendo su estructura. Cuando fue colocada en la posición conocida, la antena ya no "vio" el satélite. Para su realineación se necesitaba la intervención de expertos no residentes en la isla, que no pudieron ser localizados ya que no funcionaba ningún enlace de comunicación.
Con la modernización de la infraestructura de telecomunicaciones de la isla, los enlaces exteriores de todas las redes públicas se habían centralizado y utilizaban la capacidad de banda ancha de esa única estación de satélite. El daño ocasionado a una de sus antenas afectó simultáneamente el funcionamiento de todas ellas.
Lección aprendida: Procurar la revisión periódica de los planes de preparación y nunca "jugárselo todo a una sola carta". Cuando se concibieron los planes, las palmeras no representaban ningún riesgo pero, con el paso del tiempo, se convirtieron en un peligro para la vulnerabilidad de la antena. Concentrar todos los demás enlaces en una conexión de banda ancha era, en efecto, la solución más económica, pero no se tuvo en cuenta la posible pérdida de este recurso en una situación de emergencia.