Discurso de apertura
del Sr.
Yoshio UTSUMI Secretario General
Unión Internacional de Telecomunicaciones
La paz sea con vosotros. Agradezcamos al Gobierno de Marruecos su
hospitalidad por esta importante Conferencia Mundial. Me siento feliz por
reunirme con ustedes en esta ciudad de Marrakech, la roja, la magnificente.
Marruecos es un país de montañas nevadas, vastos desiertos y maravillosas
playas, que posee una rica tradición y en la actualidad está creciendo mucho
económicamente. Les doy la bienvenida a ustedes, dirigentes mundiales de las
telecomunicaciones, a este gran país y a la espléndida ciudad de Marrakech.
En esta urbe colorida y brillante se han celebrado muchas reuniones
históricas y se han tomado un gran número de decisiones determinantes. Qué
mejor marco pues para nuestra Conferencia de Plenipotenciarios, que es la
primera del nuevo milenio, el nuevo siglo y el nuevo decenio.
Incluso a un gran oráculo le resultaría difícil pronosticar el futuro de
las telecomunicaciones, pero una cosa es cierta: las comunicaciones -se trate de
la tecnología de la información, de las basadas en la IP o de las móviles o
fijas- forman parte esencial de la evolución de la sociedad mundial.
Si en los albores del siglo XXI el mundo seguía padeciendo el yugo del
colonialismo, en nuestros días, emprendemos una nueva batalla, a saber, la
lucha por el conocimiento contra la tiranía de la ignorancia. La información
puede disiparla y dar los medios necesarios para liberarse a todos los seres
humanos que oprime. Por otra parte, la información puede vincular a la
comunidad mundial para que ésta llegue a ser una fraternidad cohesiva que
comparta los ideales colectivos de paz y tolerancia, crecimiento y desarrollo.
La alimentación, el vestido y la vivienda han sido desde siempre las
necesidades básicas de la humanidad. Ha llegado el momento de añadir a dicha
lista la "información".
Por consiguiente, habrá que hacer un esfuerzo mundial para eliminar el
desnivel entre ricos y pobres en lo que concierne al flujo de la información y
el acceso a la misma.
El objetivo del mundo de las telecomunicaciones es nuestra meta y en su
consecución tenemos un papel crucial que desempeñar. Pero también hay muchos
obstáculos que superar. La euforia ocasionada por la explosión de las dot.com
llevó al mundo a navegar en aguas procelosas y en ocasiones perdimos de vista
el horizonte. La prisa por "saltar al tren en marcha" dio lugar a un
desequilibrio entre la oferta y la demanda y redundó en sobrecapacidad de
producción en muchos sectores.
En los cinco años que van de 1995 a 2000 no sólo el volumen del tráfico de
Internet se multiplicó por cuatro, sino que también la capacidad disponible
aumentó 200 veces y la "fibra oscura" disponible en la mayoría de
las rutas utilizadas, por ejemplo a través del Atlántico, lo hizo en un orden
de millares. Las expectativas desmesuradas llevaron a una sobrecapacidad que, a
su vez, hizo caer precios y beneficios.
Sin embargo y pese a que en ciertos países se creó capacidad sobreabundante,
en otras partes del mundo muchas aldeas no disponen siquiera de una conexión
telefónica básica. No se trata, pues, de una cuestión de recursos sino de
distribución y es el resultado de la ausencia de una óptica mundial en materia
de políticas.
Sólo en el año 2000 nuestra industria invirtió más de 200 000 millones de
dólares en todo el mundo, pese a lo cual los dividendos financieros y sociales
han distado de ser óptimos, y ello porque se ha atendido en exceso a los pocos
ricos y no se han proporcionado servicios básicos a la mayoría de la
población mundial.
Sin embargo, las estadísticas indican que la demanda supera la oferta en el
mundo en desarrollo. Tres de cada cuatro nuevos usuarios del servicio
telefónico conectados cada año residen en los países en desarrollo, países
en que, además, hay diez veces más de usuarios potenciales de Internet que en
el mundo desarrollado.
Dos décadas de liberación de los mercados, privatización y progreso
tecnológico han mejorado la eficacia y la innovación en nuestra industria.
Ahora bien, esto no ha hecho necesariamente más sabios a los inversores y más
honestos a los administradores de telecomunicaciones, como han demostrado los
recientes escándalos sobrevenidos en la presentación de las cuentas de algunas
empresas.
En la nueva sociedad de la información, sociedad en que la información es
la clave del desarrollo económico, social y cultural, la UIT debe desempeñar
una función capital, brindando un punto de vista mundial en cuanto a las
políticas y contribuyendo incondicionalmente a la lucha contra la tiranía de
la ignorancia.
Las misiones que por mandato se encomiendan hoy en día a la UIT son mucho
más amplias y más ambiciosas de lo que los fundadores de la Unión hubieran
podido imaginar. Para dar sentido a la UIT como organización que contribuya a
la evolución y al flujo de la información en cualquier parte del mundo,
tendremos que introducir reformas radicales y de gran alcance que no se diluyan
en un laberinto burocrático. Y no podemos permitirnos perdernos en debates
interminables.
Es necesario reformar a la Unión para que se convierta en una fuerza eficaz
que pueda dirigir la batalla por transformar en realidad las posibilidades
digitales.
Hoy en día nuestra ambición se basa en la conciencia muy concreta de que
las telecomunicaciones pueden hacer que un pequeño campesino de la cordillera
nevada del Himalaya reciba el pronóstico del tiempo más reciente o que una
joven mujer de las llanuras endurecidas por el sol de África aprenda las
competencias necesarias para mejorar sus trabajos manuales.
Me gustaría aquí repetir el llamamiento que les hice en la Conferencia
Mundial de Desarrollo de las Telecomunicaciones: "Fijémonos la meta
mundial de proporcionar conectividad a todas las aldeas del mundo cuando se
celebre la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información."
La inversión requerida no es tan grande como puede pensarse. Las
aproximadamente 1,5 millones de aldeas que aún no benefician de conexión,
podrían conectarse por menos de la suma abonada para obtener una licencia
móvil de tercera generación en países desarrollados ya muy atendidos.
Recaudar el capital necesario requeriría enfoques innovadores y los exhorto a
ustedes, en cuanto dirigentes de las telecomunicaciones mundiales, a formular
sugerencias ambiciosas para establecer una política mundial que nos ayude a
"llegar a las personas a las que aún no se ha llegado" y a poner el
potencial de las TIC a disposición de toda la población mundial.
En los próximos años consagraremos nuestras energías y esfuerzos a lograr
nuestro objetivo y ambición, esto es, lograr un mundo mejor para todos y no
solamente para unos cuantos privilegiados. Debemos, repito, "llegar a todas
las personas a las que aún no se ha llegado".
Schukran
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