Financiación de las TIC: Superación de la diplomacia del
talonario de cheques
Cuando las delegaciones de todo el mundo adoptaron los documentos resultantes
de la primera fase de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (CMSI),
celebrada en Ginebra en diciembre de 2003, quedaron sin resolver dos cuestiones
importantes: el Gobierno de Internet y los mecanismos financieros a utilizar
para colmar la brecha digital.
Dado que el debate sobre la administración de Internet continua ocupando los
titulares, se puede perdonar a los observadores el que consideren que la
cuestión de la financiación de las ambiciosas metas definidas en el Plan de
Acción adoptado en Ginebra ha pasado a un segundo plano. Resulta fácil entender,
que la excesiva minuciosidad propia de cualquier debate sobre financiación puede
contribuir a veces a que éste resulte más árido de lo previsto. Dicho lo cual
conviene señalar que el trasfondo de esta cuestión es de la mayor importancia
para el proceso de la CMSI y refleja los profundos cambios que ha experimentado
el planteamiento a nivel mundial de los mecanismos internacionales de
desarrollo.
Revolución silenciosa
Aunque los mecanismos de financiación suelen evocar imágenes de subvenciones de
gobiernos y organismos internacionales, durante los últimos diez años han
aparecido estrategias de desarrollo de las TIC en todo el mundo en las que cada
vez ha cobrado mayor protagonismo el sector privado. Lo que es más importante,
mientras que hace tan sólo pocos años la gran mayoría de los representantes del
sector privado procedían de los países industrializados, hoy en día su origen se
está desplazando de modo imparable hacia el mundo en desarrollo. Brasil, China,
India, Malasia y Sudáfrica se han destacado como nuevos e importantes actores en
la escena de las TIC.
Las empresas de estos sectores confían cada vez más en los mercados de capital
locales de rápido crecimiento. Hay una gran cantidad de datos que atestiguan
esta revolución silenciosa. Uno de los mejores estudios aparecidos recientemente
es el Informe elaborado por el Grupo Especial sobre Mecanismos de Financiación (GEMF)
publicado en febrero de 2005.
La confianza en el sector privado
Este Informe -que contiene 120 páginas, aproximadamente, de análisis de los
mecanismos financieros actuales y de las tendencias futuras- fue encargado
inicialmente por la Cumbre de Ginebra. Posteriormente, el Secretario General de
Naciones Unidas Kofi Annan creó el GEMF. Las conclusiones de los expertos de
este Grupo Especial indican que la tendencia general ha sido la disminución
progresiva, desde el año 2000, de las inversiones procedentes de los gobiernos y
organismos internacionales tales como el Banco Mundial, mientras que el sector
privado ha ido tomando posiciones como agente primordial en la difusión de las
TIC.
La liberalización y privatización de los operadores nacionales de
telecomunicaciones en 76 países en desarrollo, aproximadamente, ha generado unos
ingresos en torno a los 70 000 millones USD. A lo largo de los 15 últimos años,
más de 1 000 millones de personas han tenido acceso a los servicios de telefonía
fija y móvil, ordenadores, Internet y demás TIC. Debido a este cambio, apuntan
los autores del Informe, la creación de entornos políticos de fomento que
garanticen la libertad de participación, la competencia leal y la reglamentación
orientada al mercado son de la mayor importancia. Estas medidas de creación de
confianza atraen nuevas empresas y, por consiguiente, más inversiones en TIC.
Estímulos para el crecimiento
No hace falta decir, sin embargo, que el sector privado sólo puede alcanzar
su pleno potencial como motor del crecimiento una vez se consiga un cierto grado
de desarrollo. Por este motivo, a pesar de los esfuerzos de las agencias de
desarrollo, es probable que queden segmentos clave de las facilidades de las TIC
en los países en desarrollo que resulten poco interesantes para las inversiones
del sector puramente privado, en un futuro previsible.
Las asociaciones entre los sectores público y privado -es decir, las empresas
mixtas entre el Estado y las compañías privadas- serán indispensables para
abordar las carencias básicas en infraestructura. La cooperación a este nivel
presenta asimismo la ventaja de reducir los riesgos para cada una de las partes
interesadas. Cabe esperar que los efectos inducidos por estas estrategias
híbridas de desarrollo sirvan para estimular la demanda y atraer inversiones de
las empresas puramente privadas. Por citar un ejemplo concreto, muchos países
han comenzado a reforzar los mecanismos de financiación del acceso universal -es
decir, aquellas iniciativas del Estado que garantizan el acceso a las TIC a
todos los miembros de la sociedad.
Gracias a estos mecanismos, zonas que todavía no disfrutan del potencial
económico para atraer al sector privado por sus propios méritos van a recibir un
impulso para entrar en este ciclo económico. Los modelos existentes en América
Latina han demostrado que, una vez aplicados, estos planes de acceso pueden
desencadenar fuerzas del mercado que contribuirán a perpetuar la actividad
inicial. Donde la densidad de población y la renta per cápita sean insuficientes
para soportar planes de desarrollo nacional, habrá que adoptar acciones a nivel
regional para potenciar las economías de escala.
Cuestiones para Túnez
Resulta evidente que el desarrollo de las TIC en las zonas marginales necesitará
de la intervención de los gobiernos. Cabe preguntarse, sin embargo, cuáles serán
los asuntos a los que deberá otorgarse prioridad.
Es sobradamente conocido que, hasta ahora, los esfuerzos para el desarrollo de
las TIC se han centrado en los equipos físicos y en la infraestructura, con
preferencia al software, la creación de capacidades y la formación profesional.
Este desequilibrio constituye un problema que la mayor parte de los países ya
están de acuerdo en abordar. Sin embargo, cuando llega la hora de seleccionar el
tipo de industria de software sobre la que ha de centrarse el desarrollo, se
rompe el consenso con rapidez.
Mientras los Estados Unidos y otros países industrializados se inclinan por
defender el desarrollo de software propietario, Brasil y muchos países en
desarrollo manifiestan su preferencia por la inversión de recursos financieros
en software libre y de "código abierto". Otro de los debates más acalorados se
centra en la cuestión de si se necesitan realmente nuevos mecanismos de
financiación o si bastaría con administrar de manera más eficiente los recursos
existentes.
Una vez más, ambas posturas están perfectamente delimitadas: los países en
desarrollo se inclinan por solicitar más fondos, mientras que los representantes
del mundo industrializado pretenden aumentar la eficacia y transparencia de la
gestión de los actuales mecanismos de financiación.
Incluso suponiendo que se superasen las divergencias de estos dos frentes, queda
un tercer problema por resolver: quién sería el responsable de decidir en qué se
invertirían los posibles fondos en el futuro. Para aumentar su influencia sobre
las decisiones futuras, los perceptores potenciales de estos fondos están
reclamando mecanismos internacionales de financiación. Los países donantes, no
obstante, son reacios a perder su influencia a la hora de decidir el destino de
sus aportaciones financieras.
El Fondo de Solidaridad Digital
Aunque todos estos problemas podrían llevar a largas discusiones con resultados
poco satisfactorios, la primera fase de la CMSI ya ha demostrado su capacidad de
producir resultados tangibles.
El Fondo de Solidaridad Digital (FSD), vástago de la Cumbre, ha funcionado
durante los dos últimos años, respaldando proyectos de acceso universal de todo
el mundo. Cuando el Presidente de Senegal Abdoulaye Wade formuló el concepto de
solidaridad digital y de un fondo mundial que respaldara este ideal, durante la
primera fase de la CMSI, no todo el mundo estaba preparado para este enfoque tan
utópico.
Por extraño que parezca, sin embargo, una vez que se corrió la voz, la idea del
Presidente Wade cobró vida por sí sola. Sintiéndose frustrados por la lentitud
de la respuesta de sus Gobiernos ante esta cuestión, los Alcaldes de Ginebra y
de Lyon, junto con el Gobierno de Senegal, dieron un paso adelante y lanzaron el
FSD en diciembre de 2003 como fundación independiente amparada por las leyes
suizas.
Desde octubre de 2005 el FSD ha recibido más de cinco millones de Euros de
ciudades, entre las que destaca París, de regiones entre las que cabe citar el
País Vasco, de Gobiernos del "primer mundo" tales como Francia y, sobre todo, de
otros países africanos como Kenya y Ghana.
Otro concepto lanzado por el Fondo -el denominado Principio de Ginebra- también
podría contribuir a mejorar estas cifras. Este Principio propone un recargo del
1% sobre los contratos públicos de adquisición de TIC, a desembolsar por el
proveedor adjudicatario con cargo a su margen de beneficio.
De adoptar este mecanismo una de cada 100 de las mayores ciudades del mundo,
podría fortalecerse un nuevo proceso de financiación pública-privada de manera
autónoma, que contribuiría a colmar la brecha digital en breve plazo.
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