Brecha digital e igualdad de género
Artículo de Conchita Poncini
(Federación Internacional de Mujeres Universitarias)
Presidenta del Comité de CONGO sobre la situación de las mujeres, basado en
Ginebra
En
la sociedad actual basada en el conocimiento, la brecha digital ha pasado a ser
el centro de las preocupaciones en materia de desarrollo a nivel internacional.
De hecho, las Naciones Unidas consideran que el acceso a la tecnología de la
información es el tercer asunto más importante que deben afrontar las mujeres
en todo el mundo, tras la pobreza y la violencia que se ejerce contra ellas.
Aprovechando la gran resonancia de esta cuestión, es éste el mejor momento
para que las autoridades públicas y el sector privado actúen a fin de
garantizar que las mujeres, en especial las mujeres de los países en
desarrollo, puedan entrar en la era de la información en tanto que constituye
un derecho para su desarrollo humano. En particular, es preciso que la igualdad
de género forme parte del programa de las principales actividades encaminadas a
reducir la brecha digital. Es esencial, además, que las cuestiones de género
se incorporen desde el principio en el proceso de introducción de las tecnologías
de la información y la comunicación y que no constituyan sólo medidas
paliativas.
La
educación y la capacitación especializada en el curso de la vida son
requisitos necesarios para participar en la era de la información, en especial
para las mujeres. Además, la clave del pleno ejercicio de los derechos de las
mujeres y las jóvenes es lograr un nivel elevado de conocimientos en la
tecnología de la información a través de una educación básica centrada en
las matemáticas y las ciencias.
Deseo
hacer hincapié en la necesidad de incluir consideraciones de carácter social y
cultural en las políticas en materia de información y comunicación dado que
la capacidad de las mujeres para beneficiarse de las oportunidades que ofrecen
las TIC depende de la conveniencia de las políticas adoptadas. Éstas deben
ofrecer los medios fundamentales para la plena autonomía de las mujeres en las
esferas económica, social y política y no constituir meras herramientas de
explotación sexual o de nuevas desigualdades en materia de género. Citamos tan
sólo un ejemplo: en muchas culturas la mujer tiene escasa autonomía con
respecto a su familia y su marido y, por consiguiente, su movilidad pública es
limitada; en sociedades más conservadoras no se estimula la relación entre
hombres y mujeres, lo que dificulta el acceso de éstas a programas de
capacitación sobre ingeniería e informática, por ejemplo, en que los hombres
son numéricamente mayoritarios, o a la capacitación práctica que requiere la
presencia física de los varones, como la vinculada a manipulaciones mecánicas.
Aunque
la repercusión de las TIC en el trabajo de las mujeres ha aumentado
considerablemente, las nuevas pautas de empleo son motivo de preocupación.
Tradicionalmente las mujeres han ocupado un elevado número de puestos
secretariales y esto lleva a muchas de ellas a capacitarse en el tratamiento de
textos en busca de empleos similares. Cuando esto ocurre en el sector de las TIC
las mujeres suelen ocupar empleos de nivel inferior. En el ámbito de las
tecnologías de la información, la división del trabajo en estereotipos de género
se debe a la actitud de los empleadores. De hecho, esto puede debilitar la
incidencia de las mujeres en el mercado de trabajo debido a la feminización
de ciertas ocupaciones en dicha esfera, ya que la incorporación de un gran número
de mujeres a una determinada profesión da lugar a la disminución de los
sueldos y a la precariedad de las condiciones de trabajo y la situación
laboral. Esto ha quedado particularmente claro en el proceso de la mundialización
que ha introducido cambios en la localización del trabajo y llevado a la
proliferación de dos aspectos importantes en la reorganización espacial del
trabajo de las mujeres, a saber el trabajo a domicilio y el teletrabajo.
Las
TIC por sí solas no resuelven problemas, sólo son simples intermediarias. Por
lo tanto, cabe preguntarse en qué medida Internet y las modernas tecnologías
de la comunicación inciden en los problemas básicos de la discriminación, en
especial por motivos de género.
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