Antes de la invención del telégrafo y de otras tecnologías de las telecomunicaciones, las palomas mensajeras constituían un elemento importante en este terreno. El único problema era que sólo volaban de regreso a sus palomares, es decir, proporcionaban un medio de comunicación en un solo sentido. Esto se resolvió de manera ingeniosa durante el asedio de París en la guerra de 1870‑1871: los mensajes desde la ciudad sitiada eran enviados en globos aerostáticos que, a su vez, llevaban a las palomas que luego volvían a París con las respuestas.
La relevancia de este servicio no fue olvidada, pues 50 años más tarde, en 1921, mucho después de que se hubieran inventado el telégrafo y la radio, una ley francesa decretaba que la persona que interceptara una paloma mensajera recibiría un severo castigo, a menos de que se dirigiera inmediatamente a una comisaría de policía y entregara el mensaje trasportado. Si el dueño de un palomar, en el que una paloma hubiera efectuado un aterrizaje de emergencia, la comía y tiraba el mensaje, iría a parar a la cárcel.