¿Está aumentando o disminuyendo la brecha digital? En sentido relativo, al
menos, la brecha parece disminuir, ya que el número de usuarios de Internet en
todo el mundo pasó de 381 millones en 2000 a 795 millones en 2004, lo que
representa un crecimiento anual medio de 20% (véase la figura 1).
El crecimiento ha sido superior en los países en desarrollo, que en 2000
representaban el 21% de los usuarios de Internet en todo el mundo y en 2004
llegaron a representar el 39%. El número de usuarios de Internet por
100 habitantes en los países en desarrollo era de 1,6 en 2000 y alcanzó
los 5,9 en 2004. A consecuencia de ello, la diferencia relativa de penetración
de Internet entre los países desarrollados y en desarrollo disminuyó de 19,5 a
8,5 entre 2000 y 2004. Estas cifras nos incitan pues a ser optimistas.
Ahora bien, si bien la diferencia relativa entre los países desarrollados y
en desarrollo ha disminuido, la diferencia en valor absoluto ha aumentado.
La diferencia entre el número de usuarios de Internet por 100 habitantes en
los países en desarrollo y desarrollados pasó de 30 a 43,6, lo cual representa
un aumento de 13,6 puntos entre 2000 y 2004. Una estadística alarmante es que la
tasa de crecimiento anual del número de usuarios de Internet disminuye desde
1998 (véase la figura 2), lo cual es sin duda inquietante habida cuenta de la
gran importancia que los gobiernos de todo el mundo dan a las tecnologías de la
información y la comunicación (TIC). Por el momento, al menos, parece evidente
que esta atención no se ha traducido en un aumento espectacular del crecimiento
y que, en cambio, Internet parece correr el riesgo de "quedarse atascado".
Si se mantiene esta disminución de las tasas de crecimiento, es improbable
que se alcance en 20151 el objetivo de la Cumbre Mundial
sobre la Sociedad de la Información (CMSI) de "asegurar que el acceso a las TIC
esté al alcance de más de la mitad de los habitantes del planeta". De hecho, al
ritmo actual, menos de uno de cada cinco habitantes de países en desarrollo
estará en línea en 2015 (figura 2).
La diferencia en valor absoluto de acceso a las TIC da lugar a desequilibrios
espectaculares. Hay más usuarios de Internet en Seúl, capital de Corea del Sur,
que en toda el África subsahariana (con exclusión de Sudáfrica), y más usuarios
de Internet en Londres que en todo Pakistán. Suiza, anfitriona de la primera
CMSI, tiene cinco veces la tasa de penetración de Internet de Túnez, anfitrión
de la segunda CMSI.
La brecha interna
Las diferencias son igual de espectaculares entre regiones en desarrollo que
dentro de los propios países en desarrollo. Hay la misma gran diferencia en
valor relativo de la penetración de Internet entre la región de Europa y Asia
Central y la región del África subsahariana que entre los países desarrollados y
en desarrollo. El número de usuarios de Internet por 100 habitantes en Europa y
Asia Central era de 12,3 en 2004, en comparación con apenas 1,4 en el África
subsahariana, es decir 9 veces menos (véase la figura 3).
Un problema para los estadísticos, sin embargo, es que siempre ha sido
difícil generalizar acerca de la brecha digital, ya que muchos de los llamados
países del "tercer mundo" tienen pequeñas zonas con infraestructura y acceso de
"primer mundo". Valga como ejemplo que hay más hogares con acceso a Internet en
Brasil que en Noruega y que, además, la tasa de penetración en los hogares
brasileños adinerados es superior a la de Noruega (figura 3). Ahora bien, en los
hogares brasileños de bajos ingresos, que representan el 85% de todos los
hogares del país, sólo 5,1% de la población tiene acceso a Internet.
Internet a dos velocidades
Si las diferencias de acceso a Internet entre países desarrollados y en
desarrollo son espectaculares, lo es más aún el contraste entre la rapidez a la
cual se puede acceder a ese recurso.
Los países en desarrollo representaban en 2004 apenas 20% de los 153 millones
de abonados a la banda ancha en todo el mundo. Si no se tiene en cuenta China,
segundo mayor mercado de la banda ancha en el mundo, la parte correspondiente a
los países en desarrollo desciende a apenas el 6% (figura 4), lo cual se traduce
en una tasa de penetración de la banda ancha de 0,24 por 100 habitantes en esos
países, es decir 50 veces menos que la tasa de 12 por 100 habitantes de los
países desarrollados.
Es más, las diferencias en el ancho de banda Internet internacional,
infraestructura fundamental que dicta la rapidez con la cual puede accederse a
los sitios web de otros países, son poco menos que increíbles. La minúscula
Dinamarca tiene más de dos veces el ancho de banda Internet internacional que
Latinoamérica y el Caribe juntos (véase la figura 4).
Una gran limitación es el elevado costo del ancho de banda internacional, ya
que los países en desarrollo a menudo están obligados a abonar el costo completo
de un enlace con la central de un país desarrollado. Más de 40 países disponen
de menos de 10Mbps de ancho de banda Internet internacional, mientras que en
Bélgica se comercializan paquetes ADSL de 9 Mbps por apenas 60 EUR al mes.
Esta diferencia entre el ancho de banda disponible, que en muchos países en
desarrollo sigue siendo escaso y oneroso pero que en los países desarrollados es
ahora un bien de consumo cuyo precio disminuye rápidamente, es un obstáculo
considerable a la reducción de la brecha digital. En muchos países en desarrollo
los usuarios son sencillamente incapaces de aprovechar plenamente Internet, ya
que carecen del ancho de banda suficiente para acceder cómodamente al número
creciente de sitios que ofrecen contenido multimedios y gráfico. Actualmente, en
esos países la norma para los privilegiados que pueden permitirse una conexión
en línea es la lenta y poco fiable marcación directa. En los países más ricos
del mundo, la banda ancha moderna es ahora a menudo tan barata como la marcación
directa de antaño.
Acceso a aplicaciones
Para los usuarios, la calidad de la conexión depende de las aplicaciones y
del perfeccionamiento del equipo, pero la mayoría de los países en desarrollo
están a la zaga en materia de indicadores que miden la utilización de
aplicaciones. Un índice de las Naciones Unidas que permite medir la
disponibilidad de aplicaciones de cibergobierno muestra que los países
desarrollados están mucho más avanzados que los países en desarrollo (véase el
cuadro 1), y mientras que la mayoría de los países desarrollados han conectado a
Internet casi todas sus escuelas primarias y secundarias, apenas 38% de los
países en desarrollo y menos de 1% de los países africanos lo han hecho.
Las diferencias en el número de servidores Internet seguros, esenciales para
el cibercomercio, son igual de obvias. Mientras que los países desarrollados
disponen de más de 300 de esos servidores por millón de personas, los países en
desarrollo tienen menos de 2. Canadá, por ejemplo, tiene más servidores seguros
que todos los países en desarrollo del mundo.
Cuadro 1: Medición del gobierno, la enseñanza y el comercio
electrónicos
en los países en desarrollo y desarrollados, 2004
Grupo de países |
Índice de cibergobierno |
Ciberenseñanza (% de escuelas primarias y secundarias
conectadas a Internet) |
Cibercomercio (servidores Internet seguros por
1 millón de personas) |
En desarrollo |
0,27 |
38 |
1,9 |
Desarrollados |
0,68 |
94 |
319 |
Relación
entre desarrollado/en desarrollo |
no disponible |
2,5 |
165 |
NOTA – Basado en datos incompletos, con 142 países para el
cibergobierno, 68 para la ciberenseñanza y 122 para el cibercomercio. Orígenes:
WDI 2004; Netcraft 2004; UNPAN 2004.
¿Y los móviles?
Se habla mucho del éxito de la tecnología móvil celular en la reducción de la
brecha telefónica en los países en desarrollo.
Las tecnologías móviles de alta velocidad tales como 2,5G (GPRS, CDMA2000 1x)
y 3G (WCDMA, CDMA EV-DO) pueden constituir una alternativa al acceso a Internet,
en particular cuando escasean las líneas fijas. En algunos países en desarrollo,
Internet móvil es una solución eficaz para reducir la brecha digital. En Perú,
40% de los abonos a Internet son móviles y utilizan el protocolo de aplicación
inalámbrica (WAP) (véase la figura 5). En Rumania se utiliza la IMT-2000, norma
mundial 3G de la UIT, en 73% de las conexiones de banda ancha.
Ahora bien, esos países son excepciones. Las tecnologías 2,5G y en particular
3G, no están muy generalizadas en los países en desarrollo y, cuando están
disponibles, no siempre forman parte de paquetes de pago previo (preferidos por
la mayoría de los usuarios de los países en desarrollo), o las tarifas son
sencillamente demasiado elevadas.
Una evolución que podría ser motivo de inquietud en el ámbito del acceso a
Internet son las nuevas iniciativas encaminadas a producir microteléfonos
baratos para los países en desarrollo. Si bien se trata de una evolución
bienvenida para generalizar las comunicaciones telefónicas básicas, es
preocupante que esos aparatos, privados de capacidades avanzadas, representen a
su modo un obstáculo al futuro acceso a Internet.
Se hace camino al andar
¿Qué se puede hacer para facilitar la penetración de Internet y encauzar más
firmemente a los países en desarrollo en el camino de la sociedad de la
información?
Como era previsible, el problema es complejo porque cada país tiene sus
propios problemas, y un crecimiento sostenido dependerá de varios parámetros:
• Aprovechar la capacidad de las tecnologías inalámbricas de banda
ancha, lo cual comprende la instalación de tecnología móvil de alta
velocidad en las redes celulares existentes que ya tienen tanto éxito en
los países en desarrollo. Los países deberían facilitar el lanzamiento
de redes 3G eliminando los elevados cánones de licencias, liberando las
frecuencias necesarias y permitiendo a los operadores actuales que
mejoren o instalen nuevas redes en el marco de sus atribuciones de
espectro existentes. Los países deberían facilitar asimismo la
utilización de comunicaciones móviles de alta velocidad para reducir la
brecha digital mediante arreglos de servicio universal innovadores con
operadores móviles. Otra tecnología inalámbrica prometedora es la WiMax
y, como con las tecnologías móviles de alta velocidad, los gobiernos
deberían comercializar rápidamente el espectro necesario por los precios
más bajos posible, y no caer en la tentación de cobrar cánones de
licencia elevados.
• Los países deberían abrir lo más posible sus mercados de
telecomunicaciones. La competencia resultante ayudará a fomentar la
instalación de infraestructuras adicionales y reducir los precios,
aumentando así la asequibilidad de los servicios para los ciudadanos. La
competencia es particularmente importante para el acceso a Internet y,
sobre todo, para la conexión internacional. Si bien todavía quedan
obstáculos normativos para liberar el mercado de la banda ancha
internacional, los gobiernos deberían contemplar posibilidades de
reducir los precios al por mayor2.
• Fomentar la utilización de Internet, en particular en los mercados
en los cuales la escasez del acceso a Internet no se debe principalmente
a la falta de infraestructuras o a su asequibilidad, mediante
asociaciones entre los sectores público y privado para informar sobre
las ventajas de Internet, y a través de programas de capacitación de
usuarios potenciales. Los gobiernos también pueden atraer a más usuarios
de Internet creando servicios de cibergobierno a los cuales los
ciudadanos deban recurrir periódicamente, y velar por que esas
aplicaciones estén disponibles en todo el país en centros de acceso
comunitarios.
• Por último, la comunidad internacional debe desempeñar un papel
fundamental, en particular en la asistencia a los 49 países menos
adelantados designados por las Naciones Unidas, en los cuales por el
momento la economía del acceso a Internet es sencillamente incapaz de
fomentar su acceso generalizado a causa de unos ingresos por habitante
extremadamente bajos. Los 30 países cuya tasa de penetración de Internet
es inferior a uno deberían ser objeto de una atención particular.
Se necesitan medidas espectaculares para aumentar radicalmente el acceso a
Internet en los países en desarrollo. Sin ellas, es muy improbable que esos
países alcancen los objetivos de conectividad de la CMSI en 2015.